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La fórmula para un buen taller: teoría, práctica e interacción.

Actualizado: 1 ago 2023


La profesión docente, sea cual sea la asignitura impartida, lleva implícita un alto grado de responsabilidad frente al estudiante. No solo exige una formación específica sino dedicación, compromiso y creatividad.

Todavía hoy, más de 25 años después, tengo muy presente los consejos y recomendaciones de uno de mis libros de cabecera para el/la profesor/a de ELE ¿Cómo ser profesor/a y querer seguir siéndolo? de Encina Alonso.

Buscar para cada grupo (nunca hay dos iguales) el texto, el vídeo o la imagen suficientemente motivadores para que la actividad cumpla los objetivos deseados o requeridos por ese contexto específicos.

Esta reflexión se convierte en un desafío cuando impartimos talleres, seminarios y jornadas de formación, tanto a nivel presencial como virtual

¿Por qué?

Simplemente porque nuestras palabras, acciones y ejemplos se trasladarán, en mayor o menor medida, a otros y otros grupos de estudiantes.

Los profesores asistentes, transformados en estudiantes, necesitan comprender el alcance real de cada propuesta, que la pantalla de una presentación no se limite a una bonita foto o a tres palabras claves ni que una lista de sugerencias refleje puntos abstractos.

Los profesores-asistentes-estudiantes precisan completar su propio diario de aprendizaje. En otras palabras, si proponemos un juego que puedan jugarlo o si de canciones se trata, entonarlas no es mala idea.

Si bien podemos acotar que el concepto de taller incluye la parte práctica además de la teoría, es cierto también que en el caso de la enseñanza de español para niños y para adolescentes, no siempre es tenido realmente en cuenta. Un taller o jornada de ELE para estas franjas etarias deberá invitar a los participantes, por ejemplo, a diseñar un dominó y a poder jugar con él, a asumir un rol en determinado contexto , a construir el lenguaje con las elementos concretos, a interpretar con el movimiento la letra de una canción o las estrofas de un poema.

¿Por qué?

Simplemente porque cuando logramos experimentar una actividad , ser parte activa e involucrarnos en una tarea, se internaliza y se aprende, en todo el sentido de la palabra.

No creemos que sea posible desde la mirada adulta olvidadiza comprender el valor pedaógico de lo lúdico si no jugamos, intentar un enfoque dinámico o favorecer el movimiento como pilares del aprendizaje a estas edades, si nos quedamos sentados en nuestras sillas o tan solo de pie dando consignas.

Lo mismo sucede si no llegamos a descubrir en una canción o en una melodía el contenido lingüístico o intercultural oculto, sin dejar de mencionar cuán importante es ayudarlos a encontrar la palabra poética en cada texto.

Por último, un taller o jornada debe ser colaborativo y cooperativo. Las notas de cada asistente o el ejemplo creado precisa ser parte de un tandem y propiciar una puesta en común del conocimiento, de la construcción del saber pedagógico. En términos de la RAE, aprender es adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia.

En resumen, la bibliografía específica, el input comprensible, la experiencia personal y la interacción con el otro son los fundamentos de un aprendizaje significativo, tanto para el estudiante como el/la profesor/a, a lo que es imprescindible sumarle la cuota de humor y diversión, de afecto y pasión que nuestro público se merece.

¿Estás de acuerdo? ¿Te gustaría ser parte de estas experiencias?

Nota: Las imágenes pertenecen a las jornadas impartidas por Ronda redonda y Sin fronteras, organizadas por ELECI

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